EL NEGOCIO DEL DOLOR

Los animales tienden a usar la agresividad para defenderse, para marcar límites y proteger su libertad. Si miramos atrás en el tiempo, las guerras servían para imponer el poder y hacer crecer los imperios. En ciertas épocas era el rey quien tenía que ganarse su puesto si no quería ser derrotado. Con el paso del tiempo parece absurdo que un país entre en guerra con otro, principalmente porque existen armas de destrucción masiva que podrían aniquilar masivamente la humanidad. Aunque algunos defienden la disuasión como mecanismo de contención, la práctica muestra que las guerras siguen existiendo, los países se siguen enfrentando y los seres humanos siguen muriendo.

Como seres humanos tenemos la capacidad de dudar, de investigar y de razonar. Más que una capacidad, tenemos una obligación. Para vencer la ignorancia debemos aprender y pensar. Pero aquí nos encontramos con un problema: cuando la educación depende del Estado o del sistema, dependerá también de las ideas que tenga el propio Estado o sistema.

Actualmente, somos testigos de múltiples guerras. Con los avances tecnológicos, los combates son grabados; podemos ver a soldados suplicando por su vida o huyendo mientras los persigue un dron. Es una batalla donde solo hay un perdedor, porque aunque el soldado consiguiera derribar el dron, la única vida en juego en ese momento sería la suya. Un soldado que tiene una vida, que probablemente tenga familia y amigos —si no los han asesinado—. Un soldado con gustos y aficiones, que debe dejar todo aquello que ama para ir a enfrentarse porque alguien, desde la comodidad de su despacho o de un búnker, da órdenes según lo que le conviene, según sus intereses.

¿Cuál es el objetivo? ¿Enriquecer más aún a quien está sentado en la silla, a costa de muertes humanas? ¿Por qué no se enfrentan los líderes que deciden que quieren enfrentarse?

Se podría decir que las guerras son tácticas, donde hay que demostrar habilidades según los recursos que se tengan. Pero esto no es un juego: estamos hablando de seres humanos. Y la táctica se puede acabar rápido con una bomba nuclear.

Me entristece ver a gente enfrentada por defender una guerra, por querer darle la razón a quienes desean enfrentar a cientos de miles de personas, jugando con el relato para luego tener una buena imagen. Y los demás, aplaudiendo.

La guerra es uno de los negocios más rentables, si no el que más. La venta de armas y material armamentístico —que puede ser destruido en segundos— cuesta cientos de millones, y se convierte en una masa inútil. Por ello, el ganador principal será quien fabrica y vende el producto una y otra vez. Y aquellos que durante el proceso han estado aprovechándose de la catástrofe para llenarse los bolsillos.

¿Quiénes son los dueños de las fábricas de armas? ¿Quién controla todo eso? ¿Por qué, teniendo las capacidades que tenemos, no somos capaces de sentarnos a dialogar para llegar a una conclusión? ¿Cuántas veces se pide la opinión a los ciudadanos del país que va a entrar en guerra (que serán los que vayan armados a disparar a los demás) para decidir si quieren hacerlo? ¿Cuál es el interés en tantos muertos?

En una guerra no hay límites, hasta el punto de secuestrar personas para obligarlas a luchar, sin experiencia previa ni conocimientos, con formaciones mínimas. Difícilmente podrían sobrevivir. Verlo desde la comodidad de un sillón hace que le quitemos importancia, pero podríamos ser nosotros. Podrían ser tus padres. Podrías ser tú, al que armen y manden al frente.
¿A cambio de qué? A cambio de nada.

Amor, paz y libertad.

Mr ZEN
No hay comentarios

Cuéntanos tu opinión

Si quieres participar, escribenos para habilitarte una cuenta como escritor.